El taxi iba rápido, a través de la ventana se veían los borrosos dibujos de los arbustos desapareciendo en la distancia.
-¿Por aquí?-
La joven voltea al escuchar la voz del taxista quien le señala la dirección que considera correcta ante una calle que se bifurca antes de ingresar a una enorme urbanización llena de árboles.
-Si, aquí es, siga los árboles-
El taxista observa a la joven en el espejo retrovisor, ella sólo observa los árboles. El camino se hacía más estrecho, las casas cada vez eran separadas por más espacios verdes llenos de arbustos y árboles enormes. Al fondo, se veía un gran arco blanco.
-¿Señorita hasta dónde vamos?-
Preguntó el taxista.
-Aquí es, siga los árboles-
Dijo ella sin retirar la vista de la ventana.
El taxista se sorprendió por la respuesta, pero siguió manejando hacía el arco blanco, donde terminaba el camino de árboles, el auto blanco iba a 40 km/h , era el único vehículo en el camino, las voces presentes, los únicos ojos clavados en el camino.
-¿En ese arco blanco señorita?-
La voz del taxista dejaba sentir su molestia.
-Aquí es, siga los árboles-
Volvió a responder sin retirar la vista de la ventana.
El taxista se sobresaltó. ¿Era esto un juego? Decidió seguir, manejando esta vez un poco más rápido, 60km/h levantando las hojarascas del camino. El hombre lo notó, ni un ave, ni un rostro, ni una casa los rodeaba, entonces su corazón empezó a bombear más fuerte.
Y por una última vez, a metros del enorme arco blanco, decidido, fuerte, volvió a preguntar.
-¡Señorita! ¡Déjese de juegos! ¡Este es el maldito arco blanco! ¡No hay más árboles! ¿Ya llegamos? ¿Es aquí? -
El hombre empujó todo el pie sobre el freno, empujando ambos cuerpos hacia adelante.
La joven, volteó para mirar al taxista y respondió.
-Si, aquí es.-
Un ventarrón cruzó la pista levantando las hojarascas , el atardecer teñía de rojo y naranja el cielo.
Una tarde fría.
Un camino tranquilo.
Un auto blanco vacío.
Un silencio sepulcral.
Un arco blanco enorme con 10 letras: "Cementerio"