viernes, 6 de marzo de 2009

Cambios

Abrí la ventana de par en par, ¿Habría sido mi imaginación?.
Esperaba ver su espectral presencia en el jardín, caminando hacía mi puerta con las manos en los bolsillos de la gabardina negra con esa elegancia que tanto me gustaba.
Esta noche no era así, el jardín estaba vacío, no estaba su melódica voz para calmar mis temores, ni sus impenetrables pensamientos para deslumbrarme, lo único que me quedaba de él era un par de heridas cicatrizando en mis muñecas y un silencio vacío.
Cerré la ventana, la cortina se movía como invocando su presencia.
Lo había visto partir noches atrás y nuestra despedida fue la voz de mi cobardía diciéndole que no quería hablar de eso, podía sentir en mi pecho a mi corazón preguntándose si lo había perdido.
Traté de recordar cada encuentro nocturno, cada conversación, cada palabra; tenía la leve esperanza de que mis pensamientos cruzaran la penumbra de la madrugada y llegarán a dónde él se encontraba y viniera de regreso a mí.
Retrocedí unos pasos y me senté en el borde de la cama, me sentía agitada, podía sentir su presencia en mi habitación a pesar de saber que él no estaba allí.
Sólo quería esperar el amanecer, de ese modo él tendría una excusa para no estar allí.
No recuerdo cuanto tiempo estuve observando la ventana, ni cuántos minutos me hundí en un trance profundo esperando recordar más sobre él.
-"Pobre niña... ¿Ha perdido su vampiro?"-
Una figura desconocida estaba apoyada bajo el dintel de la puerta, su voz llegó a mi como un redoble de tambores, había algo oscuro en su voz, tenía cierto aire despreocupado y desaliñado, sus ojos se veían rojos desde donde yo estaba, él me sonrió y se acercó a mi cama.
-"¿Qué haremos para que la pobre niña encuentre a su vampiro perdido?"-
Tomó mi mano, entrelazò mis dedos con los suyos y la besó delicadamente, sonriendo.
No conocía su voz, ni su sonrisa, ni su piel, ni su aroma.
Pero, por Dios, como quería conocerlo.

Desde aquella noche, sentí que muchas cosas cambiarían.

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