-... Adiós -
Colgué el teléfono con tristeza. No había sido una buena conversación, ni siquiera había sido un buen día. Tenía la cabeza inundada de problemas y los ojos cargados de dudas, podía sentir como mi cerebro palpitaba provocandome un agudo dolor. Crucé los brazos, mi cuerpo necesitaba un abrazo, un consuelo y no lo hallaba.
La llamada había sido una discusión, un problema eterno. Como de costumbre, había terminado todo mal. Un par de voces se habían cruzado en gritos incomprensibles para luego dar paso al silencio, quebrado por el tajante "clac" del teléfono cuando la comunicación es cortada.
Mi vida se había estancado, sentada sobre la cama observaba como las cortinas se movían con el viento de la madrugada que soplaba, frío.
En silencio, a la luz de la lámpara de mi mesa de noche me quedé observando el cielo, tan oscuro que podía sentirme envuelta por él.
Él no quiso escucharme.
Él tan sólo gritaba:
"No voy a escucharte, puedes morirte, no me llames más"
Yo sólo decía:
"Escuchame porfavor"
Los gritos se entrelazaron y él colgó el teléfono. No pudo escuchar mi adiós.
Coloqué el teléfono en su base y crucé las manos sobre mi regazo...
Un sonido particular llenaba la habitación, un goteo, un leve "splat-splat" golpeando en el piso de madera oscura; una ligera lluvia que recorría mi vientre, recorría mis manos, mis piernas y caía en el piso formando un charco.
Era culpa del cuchillo que tenía clavado muy profundo en el vientre.
Él no pudo oir nunca mi adiós.