Tímidez compartida.
Temblores apartados.
Llevan sus ojos clavados en los míos
una eternidad.
El té se enfría en las tazas del salón
mágico, pareciera no importarle
la noche.
Pareciera gustarle la oscuridad
abismal de mis noches.
Abocando sus temores
a mis brazos, tensos por la mezcla
de sensaciones.
La ternura que despreden sus
nerviosas miradas.
El aplomo de mis manos presionando
mis brazos para evitar que escape.
La lujuría de mis dedos que electrizan
la piel bajo la ropa.
Siente el alma un suspiro siendo
ahogado por él.
Timidez desprendida de sus
labios de montaña.
Rojos por el dolor de mis
dientes masticando su
pedido de no alejarme.
No me alejo, un abrazo
funde nuestros tropiezos
y deja ver un confuso sentimiento.
Que no existe, efímero y
bello, se presenta de terciopelo
a ser juguete de nuestra habitación
sagrada.
No se toma en serio lo que no existe.
No se besan las mentiras.
Pero esta noche somos presas de
un "tal vez" de un "Quizás", pues
eso nos es suficiente para
convencer a nuestros ojos
de que hemos cambiado.
No somos muchos más
de lo que hemos sidos
y eso es suficiente.
El conocer nuestros pecados
y saborear nuestros milagros.
Es todo lo que pedimos hoy.
Nada más.
(Juana)
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