miércoles, 12 de octubre de 2011

Meses después...



-¿Cómo te sientes?-
Su voz era similar al plañir de un viejo Chelo. No lo miraba a los ojos, no quería que se diera cuenta de que estos meses sin él habían sido desastrozos, los peores de mi vida. No quería que supiera que al escuchar esa simple pregunta mi pecho se había congelado y la sonrisa más sincera se dibujaba en mi rostro.

-¿Y bien?-
No quería mirarlo a los ojos, no quería escucharlo, no quería caer nuevamente en ese hechizo inexplicable que era su presencia.

Bajé la cabeza y clavé la mirada en el suelo, mis brazos extendidos como tablas, los puños cerrados y mordiendo mis labios. No podía verlo, sabía que si lo veía una sola vez más... sería perfecto.

-N-No...No, no deberías... ¿Qué haces aquí?-
No sé cómo, pero pude sentir su sonrisa, leve, discreta, elegante. La sentí en todo mi cuerpo.

-Sonríes-
Dijo él.
Con la mirada clavada en el suelo y temblando respondí.

-No, no sonrío, sólo... me... pregunto qué estás haciendo aquí-
Llevaba puesto una chaqueta de cuero color azul, un azul tan oscuro que empalidecía aún más la piel de sus manos.

Me detuve un momento a observar sus manos de mármol.
De repente con un movimiento casi musical sus manos tocaron mi rostro, un roce gélido pero familiar, sin sentimiento alguno pero lleno de dolor. Obligándome así a subir la mirada, lentamente.

Lentamente mis ojos llegaron a la altura de los suyos y mi mirada se hundió en sus ojos, dorados bajo el brillo tenue de la noche.

-¿Ves? No ha sucedido nada por mirarme-
Había intentado ya en tantas ocasiones olvidarlo que verlo nuevamente era cómo si fuera la primera vez que lo veía.

Nos conocimos de noche y años después, nos encontramos nuevamente en la noche de su Lima eterna ¿Será que recuerda todo? pensaba yo.
"No, ya debe de haber olvidado todo. Debe de haberme olvidado, no hay modo en que lo recuerde" Me decía a mi misma mientras sus blancas manos sostenían mi mentón con delicadeza y sus amarillos ojos me observaban como re-leyendo un libro que hace mucho no leías.

"No me recuerda, tan sólo ha llegado aquí por error, como la primera vez. Una coincidencia que se repite para torturarme por las noches." Repetía en mi cabeza.

Se dibujó una leve sonrisa en su rostro, ese rostro que parecía sacado de un antiguo grabado (lo cual quizás sea cierto). Movió mi rostro suavemente para que me fijara en su sonrisa y me dijo:

-Claro que te recuerdo-

Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentía feliz y me devastada al mismo tiempo.
Me recordaba, si.
Pero me había dejado envolver una vez más en su presencia tan vulnerable y efímera, ¿Por cuánto tiempo se quedaría?
Se iría nuevamente, me quedaría observando a través de la ventana el árbol que se encuentra afuera de mi casa esperando ver su sombra a partir de medianoche cómo antes. Pero no lo olvidaría, no.

Seguiría pensando en él como si nunca se hubiera ido y el dolor de destrozaría.
Me haría daño, tanto daño que llegaría a odiarlo, lloraría por él y nuevamente volvería a extrañarlo.

Las lágrimas en mis ojos como ríos desbordados rodaban por mis mejillas sin pudor alguno, enredé mis brazos alrededor de él y lo abracé, lo abracé llorando y sonriendo, sufriendo y siendo feliz.