sábado, 14 de noviembre de 2009

Descargo por encargo


-Deberías escribir sobre eso-

Recuerdo que sostenía el vaso de milkshake de lúcuma mientras me señalaba inquisidoramente.

-Tienes la bendición de saber cómo carajo funcionan esas tonterías de blog y webs, aprovéchalo-

Habíamos estado hablando de Paola Vargas y "Bolón", sentándonos en el Tip Top de la Av. Benavides abrazando nuestros Milkshakes de lúcuma y chocolate respectivamente.

Cuando se veía obligada a acompañarme a hacer cosas "de chibolos" (como decía ella) me increpaba diciendo:

-¿Porqué con tus patas casi de tu edad tomas café o comes en restaurantes fichos y cuando sales conmigo venimos a tomar milkshake o a McDonalds?-

-Porque me gusta verte sufrir haciendo cosas de mi edad-

Le respondía.

Resulta que en esta tarde nos unía algo más que una incómoda y muchas hipócrita amistad. Ella se había enterado de que tenía un weblog, yo le confirmé la información y decidió que debía hacer algo.

-¿Tienes idea de a cuantas mujeres le faltan el respeto en este país?-

Honestamente no tenía idea de los números:

"74% de Mujeres en nuestro país son maltratadas por sus propias parejas.

76 % de las Mujeres agredidas reportan que la agresión física es más común que la psicológica.

79% de las Mujeres agredidas NO denuncia el hecho a ningún tipo de autoridad."


Para cuando termninó de decirme las estadísticas se dio cuenta que casi estaba gritando y yo sólo la observaba, asombrada.


"Y de esas mujeres agredidas... El 10% asegura que su pareja la empujó, el 8% que la cacheteó, el 7% que la agarró a puñetazos, el 4% que ha sido atacada a patadas, el 1% que intentaron estrangularla y el 0.5% que la atacaron con un cuchillo... ¡Con un cuchillo Juana!"



Realmente estaba indignada, siempre me pareció una mujer serena, de esas que parecieran aburrirse de tan sólo mirarte hablar, era demasiado inteligente para pelear y muy mujer para dejar de conseguir algo que quería.


-Entiendo, no sabía que era así...-


-Es que nadie lo sabe y si lo saben no lo dicen... y si lo dicen es sólo para posar en la foto con un madre golpeada para alguna campaña política-


Tomó un gran sorbo de Milkshake y se recostó en la silla.


-Es increíble, ir en el micro y ver como una niña de 15 años es manoseada por un hombre que podría ser su padre-


Movía la cabeza en señal de negación.


-Es cosa de todos los días, hace un par de año estaba en Miraflores tomando un micro, la 5C creo que era. Me senté en una de esas sillas que parecen pegadas con goma en el asiento de adelante y a mi lado se sentó un hombre, delgado, de piel quemada, parecía andar dormido. Unas cuadras más allá el carro se detuvo y subió un grupo de niñas vestidas con su uniforme escolar, ninguna pasaba de los 11 años, sonreía se carcajeaban... tu sabes como somos a edad-


Sonreí.

-Lo sé- Me devolvió la sonrisa.

-El hombre que estaba sentado a mi lado se puso de pie, las niñas se sentaron justo atrás de nosotros, una de ella, la más pequeña iba sentada con las manitos sobre su regazo. El hombre se puso de pie y se colocó junto a ella, entonces... allí en el micro lleno de gente a las 12 y algo del día se empezó a masturbar, junto a la niña-


-¿QUE?- Gritó indignada escupiendo un poco del Milkshake que estaba bebiendo.


-Aparentemente la niña no sabía que ocurría, pero el tipo se acercaba más y más a la niña, como si buscara que fuera parte de su perversión... Me puse de pie casi aplastando a todo el que obtruyera el espacio y lo único que atiné a hacer fue a empujarlo con cada centímetro de su fuerza, peso y altura. El imbécil salió disparado contra el suelo del micro, la niñita estaba llorando, obviamente no sabía que había sucedido, pero imaginaba que era algo malo-


-Pero que mierda pueden ser estos enfermos- Dijo.


Me gustaba escucharla hablar así, me hacía sentir más confianza entre nosotros.


- En fin, le grité al cobrador, al conductor por su indiferencia y al grito de "TE JURO QUE SI TE PARAS TE MATO!" me planté en la puerta mirando al enfermo tirado en el suelo, tomándose el brazo como si le doliera. Hice bajar a las niñas, el cobrador agarró del cuello al tipo y lo empezó a sacudir como esperando que despertara, las niñas y yo bajamos en medio de la pista y en la esquina la niña que seguía llorando me abrazó. Les pregunté donde vivían, afortunadamente vivían en San Juan de Miraflores, no era tan lejos. Detuve un taxi y le expliqué brevemente lo que había pasado al conductor, le pagué por adelantado y algo más por si las niñas querían bajarse antes y le dije que las dejara en la puerta de su casa y las viera entrar, me abrazaron. La niña seguía llorando. Yo quería ver si todavía alcanzaba el micro para cumplir mi amenaza de matar al tipo del micro-


-¿No te digo? Es que esos que agreden o se aprovechan de niñas mujeres no tienen arreglo... -


Podía ver su indignación.


-Sabes que opino igual que tú... no tengas miedo de decirme lo que estás pensando solo porque no te parece correcto. Sabes que yo soy de la idea de que la mujer debe portar un arma, creo en la pena de muerte para violadores y asesinos y soy acérrima creyente del "Justicia por mano propia". Así que nada de lo que digas me va a horrorizar- Me acerqué con los brazos cruzados a la mesa.


-... Deberían matarlos, a cada violador o agresor. Si tuviera la oportunidad lo haría yo misma. ¡Te juro que daría lo que fuera por tener la oportunidad de encontrarme con uno de esos lacras y darme el lujo de matarlo! ¡10 minutos es todo lo que necesito! ¡Torturarlo! ¡Hacerlo sentir ese dolor! Me enferma...-


Tenía sus uñas rojas clavadas en la palma de sus manos, realmente sentía lo que decía.


-Es tarde amiga...- Dije mirando la ventana. Sonriendo.


Suspiró y terminó su milkshake.


-Gracias por el Milkshake, supongo que la sgt. vez iremos al Coney Park ¿No?- Dijo sarcásticamente.


-Me leíste la mente- Me ponía la casaca y dejaba el milkshake en la mesa.


Me acerqué a abrazarla, ella llevaba una blusa verde agua y un pantalón de vestir negro. Estiraba los brazos sonriendo, la abrazé colocando mis brazos alrededor de su cuello y su hombro derecho, se rio y presioné un poco el brazo que se encontraba en su cuello.


-¡Au!-


Gritó, me asustó, pensé que le había hecho daño.


Miré su cuello y apartando la tela vi su piel enrojecida, con pequeñas rayas de sangre ya seca, era una impresión en su piel, larga con agujeros, provocada por el salvaje y reciente golpe de un cinturón.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Las niñas pueden ser tan crueles...


-Terminó el tiempo, pasen sus exámenes de atrás hasta adelante, rápido-

El silencio sepulcral que acompaña a los examenes se rompía con la indicación del profesor que se ponía de pie y dándole la espalda a los alumnos escribía algo en la pizarra.


-Huguito...¿Qué tal te fue?-

Su mano, adornada de esmalte púrpura y brazaletes de distintos colores se apoyaba en la carpeta, un par de ojos cubría el recorrido de su muñeca, codo, antebrazo y terminaba maravillado en su sonrisa delineada por chapstick rosado y una cola de caballo adornada con rayitos dorados en su cabello color castaña.


-Bi... Bien...-

El muchacho, sentado en su carpeta como si le faltaran vertebras a su curvada espalda responde dejando escapar unas gotas de sudor por su grasosa frente.


Ella, vestida de turquesa y sonriendo, rie y se acerca un poco.


- Ay! ¿No me vas a preguntar como me fue? Mira que me resiento!-


Un puchero se dibujaba en sus labios y sus enormes ojos verdes aparentaban tristeza, digan de alguna nostálgica postal.


-Claro... ¿Cómo... Cómo te fue?-

El joven vestía de azul oscuro, una ancha polera con las siglas de alguna universidad privada en el pecho y el cabello largo y descuidado cayendole hacia adelante, presionaba los puños mientras trataba de apartar su mirada del escote graciosamente señalado por un collar plateado con un dije de corazón apuntando hacia el medio de su pecho.


-Pues no muy bien, pero no me preocupo, ya fue. Oye tú eres bien chancón ¿no?-

Se llevó la mano derecha hacia la boca y se limpio un poco del brillo que cubría sus labios.


-¿Ah? No... Si, un poco-

Se rió a carcajadas dejando ver su perlada dentadura y un piercing plateado en el centro de su lengua.


-¿Oye le puedes entregar esto al profesor?-

Extendió la mano y rozando la del joven le entregó una hoja color blanco, escrita con lapicero rosada y llena de garabatos, corazones y pequeños tornados en el marco.


El joven había recibido una orden y no podía hacer más que obedecer, enbelezado por la mirada pícara de la joven, se pone de pie, llevándole casi dos cabezas de ventaja en tamaño a la chica toma el papel fuertemente entre sus dedos, sonríe y avanza hacia donde está el profesor.


-Gracias Huguito-

Ella sonrie y arruga los labios mandándole un beso que el joven recibe imaginariamente con toda la calentura del mundo.


Cruzaba el escándalo del salón de 4to año de Secundaria dirigiéndose hacia el profesor, estaba a tan solo 2 pasos de distancia cuando una pierna desde algún sitio cercano se estira, cubriendo el camino por el cual Hugo debía pasar.


El joven, destilando baba por la joven del lapicero rosa no se percata del pie que obstruye su camino.


Su pie derecho se topa con el del intruso y no pudiendo reaccionar rápidamente sus brazos se agitan en el aire escandalosamente como tratando de ubicar un punto de apoyo, se dibuja una mueca de desesperación en su rostro y sus piernas fallan.


Su rostro se aproximaba al suelo de cerámica gris, finalmente el movimiento de sus brazos agitado y exagerado resultó inutil y cayó de rostro contra el suelo golpeándose el tabique y la frente.


-¡Joven Solíz!-

El grito del profesor, iracundo dejaba la pizarra y se aproximaba a Hugo en medio de las carcajadas y calambres estomacales de los observadores.


-¿Pero qué carajo tienen estos chicos?-

El profesor tomaba toscamente del brazo al muchacho y de un jalón lo obligaba a ponerse de pie.


Hugo se levantaba y con una expresión desorientada mostraba al resto de la clase su nariz desotrozada por el golpe destilando sangre y su frente roja por el impacto.


En medio de su confusión, verguenza y dolor, alcanzó a ver como todos se retorcían riéndose, señalando, mientras que el fondo del salón, apoyando las caderas en el marco de la ventana, la joven de las uñas púrpuras le sonreía y mandaba un beso para luego verse envuelto en una densa oscuridad.