domingo, 4 de diciembre de 2011

Quiero pedirles algo...

Mañana cumplo 22 años, no suena como una fecha importante; es decir, ya pasé la mayoría de edad.

No estoy en medio de la adolescencia, ni entrando a la vejez ni mucho menos puedo decir que es el último de mis cumpleaños.

Por eso, pienso que no merezco regalo o deseo de bienestar personal alguno.

Mañana cumplo 22 años y lo único que quiero es volver a escuchar la voz de mi madre cuando me cantaba "Close to you" de The Carpenters hasta quedarme dormida.

Quiero que mi madre nos abrace a todas mientras saltamos a su cama diciendole cuanto la amamos.

Quiero poder tener largas conversaciones con ella como siempre las tuvimos ¿Te acuerdas mamá?

Quiero tocar el timbre de mi casa y que me abra la puerta mi madre, diciéndome "¿Niña no tienes llave?" para que luego tome mi rostro entre sus manos y me plante un sonoro beso en la mejilla al cual nunca pude resistirme, o me resistiré.

Quiero poder sentarme a la mesa con mis hermanas y mi hermano, reir con ella hasta el punto de no comer, reirnos de nuestros propios chistes. Carcajearnos de frases incompletas, de chistes mal contados, de sonidos graciosos y de miradas cómplices.

Quiero subir en la madrugada y encontrar a mi hermano menor abrazando a mi mamá hasta quedarse dormido.

Y su voz, por Dios. Por sobre todas las cosas quiero volver a escuchar su voz.

Su hermosa sonrisa, su energía.

Quiero su fuerza inundando la casa, su valentía y su coraje.

Su música, su poesía, su arte.

Dios , jamás te he pedido nada, porque simplemente no creía que existiría algo más fuerteo más grande.

Mi madre cree en ti con el alma, sin duda alguna, toda su vida ha tenido fé en ti.

Por eso me aventuro a pedirte una sola cosa y sola una.

Porfavor toma ABSOLUTAMENTE todo lo que tengo, mi salud, mi dinero, mi felicidad, mi fuerza, mi cuerpo, mi duda, mi valentía... todo.

Todo, pero no te la lleves.

No seas injusto porfavor.

Hay tantas cosas que tenemos que hacer los 6 juntos.

Si alguien tiene más contacto con Dios que yo, si alguien tiene más fé porque yo no sé de donde sacar más, hágame el favor de rezar, de pedir, de rogar por mi madre.

Nuestros cumpleaños son muy seguidos y si es cierto que todos podemos pedir un deseos y solo uno en nuestro cumpleaños, sé que todas pedimos los mismos...

Mamá, Silvia, mamita... no te rindas.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Meses después...



-¿Cómo te sientes?-
Su voz era similar al plañir de un viejo Chelo. No lo miraba a los ojos, no quería que se diera cuenta de que estos meses sin él habían sido desastrozos, los peores de mi vida. No quería que supiera que al escuchar esa simple pregunta mi pecho se había congelado y la sonrisa más sincera se dibujaba en mi rostro.

-¿Y bien?-
No quería mirarlo a los ojos, no quería escucharlo, no quería caer nuevamente en ese hechizo inexplicable que era su presencia.

Bajé la cabeza y clavé la mirada en el suelo, mis brazos extendidos como tablas, los puños cerrados y mordiendo mis labios. No podía verlo, sabía que si lo veía una sola vez más... sería perfecto.

-N-No...No, no deberías... ¿Qué haces aquí?-
No sé cómo, pero pude sentir su sonrisa, leve, discreta, elegante. La sentí en todo mi cuerpo.

-Sonríes-
Dijo él.
Con la mirada clavada en el suelo y temblando respondí.

-No, no sonrío, sólo... me... pregunto qué estás haciendo aquí-
Llevaba puesto una chaqueta de cuero color azul, un azul tan oscuro que empalidecía aún más la piel de sus manos.

Me detuve un momento a observar sus manos de mármol.
De repente con un movimiento casi musical sus manos tocaron mi rostro, un roce gélido pero familiar, sin sentimiento alguno pero lleno de dolor. Obligándome así a subir la mirada, lentamente.

Lentamente mis ojos llegaron a la altura de los suyos y mi mirada se hundió en sus ojos, dorados bajo el brillo tenue de la noche.

-¿Ves? No ha sucedido nada por mirarme-
Había intentado ya en tantas ocasiones olvidarlo que verlo nuevamente era cómo si fuera la primera vez que lo veía.

Nos conocimos de noche y años después, nos encontramos nuevamente en la noche de su Lima eterna ¿Será que recuerda todo? pensaba yo.
"No, ya debe de haber olvidado todo. Debe de haberme olvidado, no hay modo en que lo recuerde" Me decía a mi misma mientras sus blancas manos sostenían mi mentón con delicadeza y sus amarillos ojos me observaban como re-leyendo un libro que hace mucho no leías.

"No me recuerda, tan sólo ha llegado aquí por error, como la primera vez. Una coincidencia que se repite para torturarme por las noches." Repetía en mi cabeza.

Se dibujó una leve sonrisa en su rostro, ese rostro que parecía sacado de un antiguo grabado (lo cual quizás sea cierto). Movió mi rostro suavemente para que me fijara en su sonrisa y me dijo:

-Claro que te recuerdo-

Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentía feliz y me devastada al mismo tiempo.
Me recordaba, si.
Pero me había dejado envolver una vez más en su presencia tan vulnerable y efímera, ¿Por cuánto tiempo se quedaría?
Se iría nuevamente, me quedaría observando a través de la ventana el árbol que se encuentra afuera de mi casa esperando ver su sombra a partir de medianoche cómo antes. Pero no lo olvidaría, no.

Seguiría pensando en él como si nunca se hubiera ido y el dolor de destrozaría.
Me haría daño, tanto daño que llegaría a odiarlo, lloraría por él y nuevamente volvería a extrañarlo.

Las lágrimas en mis ojos como ríos desbordados rodaban por mis mejillas sin pudor alguno, enredé mis brazos alrededor de él y lo abracé, lo abracé llorando y sonriendo, sufriendo y siendo feliz.

jueves, 14 de octubre de 2010

No pudo oir mi adiós


-... Adiós -

Colgué el teléfono con tristeza. No había sido una buena conversación, ni siquiera había sido un buen día. Tenía la cabeza inundada de problemas y los ojos cargados de dudas, podía sentir como mi cerebro palpitaba provocandome un agudo dolor. Crucé los brazos, mi cuerpo necesitaba un abrazo, un consuelo y no lo hallaba.

La llamada había sido una discusión, un problema eterno. Como de costumbre, había terminado todo mal. Un par de voces se habían cruzado en gritos incomprensibles para luego dar paso al silencio, quebrado por el tajante "clac" del teléfono cuando la comunicación es cortada.

Mi vida se había estancado, sentada sobre la cama observaba como las cortinas se movían con el viento de la madrugada que soplaba, frío.

En silencio, a la luz de la lámpara de mi mesa de noche me quedé observando el cielo, tan oscuro que podía sentirme envuelta por él.

Él no quiso escucharme.
Él tan sólo gritaba:
"No voy a escucharte, puedes morirte, no me llames más"

Yo sólo decía:
"Escuchame porfavor"

Los gritos se entrelazaron y él colgó el teléfono. No pudo escuchar mi adiós.
Coloqué el teléfono en su base y crucé las manos sobre mi regazo...

Un sonido particular llenaba la habitación, un goteo, un leve "splat-splat" golpeando en el piso de madera oscura; una ligera lluvia que recorría mi vientre, recorría mis manos, mis piernas y caía en el piso formando un charco.

Era culpa del cuchillo que tenía clavado muy profundo en el vientre.
Él no pudo oir nunca mi adiós.

lunes, 2 de agosto de 2010

¿Es aquí?


El taxi iba rápido, a través de la ventana se veían los borrosos dibujos de los arbustos desapareciendo en la distancia.

-¿Por aquí?-

La joven voltea al escuchar la voz del taxista quien le señala la dirección que considera correcta ante una calle que se bifurca antes de ingresar a una enorme urbanización llena de árboles.

-Si, aquí es, siga los árboles-

El taxista observa a la joven en el espejo retrovisor, ella sólo observa los árboles. El camino se hacía más estrecho, las casas cada vez eran separadas por más espacios verdes llenos de arbustos y árboles enormes. Al fondo, se veía un gran arco blanco.

-¿Señorita hasta dónde vamos?-
Preguntó el taxista.

-Aquí es, siga los árboles-
Dijo ella sin retirar la vista de la ventana.

El taxista se sorprendió por la respuesta, pero siguió manejando hacía el arco blanco, donde terminaba el camino de árboles, el auto blanco iba a 40 km/h , era el único vehículo en el camino, las voces presentes, los únicos ojos clavados en el camino.

-¿En ese arco blanco señorita?-
La voz del taxista dejaba sentir su molestia.

-Aquí es, siga los árboles-
Volvió a responder sin retirar la vista de la ventana.

El taxista se sobresaltó. ¿Era esto un juego? Decidió seguir, manejando esta vez un poco más rápido, 60km/h levantando las hojarascas del camino. El hombre lo notó, ni un ave, ni un rostro, ni una casa los rodeaba, entonces su corazón empezó a bombear más fuerte.

Y por una última vez, a metros del enorme arco blanco, decidido, fuerte, volvió a preguntar.

-¡Señorita! ¡Déjese de juegos! ¡Este es el maldito arco blanco! ¡No hay más árboles! ¿Ya llegamos? ¿Es aquí? -

El hombre empujó todo el pie sobre el freno, empujando ambos cuerpos hacia adelante.
La joven, volteó para mirar al taxista y respondió.

-Si, aquí es.-

Un ventarrón cruzó la pista levantando las hojarascas , el atardecer teñía de rojo y naranja el cielo.

Una tarde fría.
Un camino tranquilo.
Un auto blanco vacío.
Un silencio sepulcral.
Un arco blanco enorme con 10 letras: "Cementerio"


miércoles, 21 de julio de 2010

Mi niña

Conocí una vez

Una niña con aroma a leche

De labios blancos

De ojos cerrados

De pasos somnolientos


Conocí una vez

Una niña que atraía serpientes

Que saltaba entre rocas

Obviaba miedos

Esquivaba dolores

Y le mentía a los robles


Conocí una niña

Que estaba tan muerta como viva

Que sentía pasos inexistentes

Que ignoraba voces reales


La niña tenía manos de dibujo

Cabellos de colores

Las paredes de su celda

eran color azul

Las rejas de su jaula

eran doradas como sus ojos

Y los grilletes de sus tobillos

Eran color gris

tan gris como sus mañanas tristes


Pobre niña sonriente

De sonrisa vacía

De dolor de espalda por la carga

Pobre niña sola

Daba vueltas sobre almohadas

Gritaba

Sollozaba

Reía

Y al reir quebraba cristales

Al llorar creaba rios


La niña caminaba

La niña no se movía

La niña moría en las mañanas

Volvía a la vida en las tardes


La niña creció

Y hoy pinta abedules con letras

Sentada frente a esta computadora.


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Juana Fernanda Olazábal Gómez

domingo, 13 de diciembre de 2009

Bach


Esto lo escribí hace casi un año a modo de regalo para un
amigo que cumplía años, me gustó bastante como quedó, no sé que opinarán ustedes.



-¿Bach?- Sólo él podía reconocer La Bella Durmiente de Bach con tan sólo oír las primeras notas.

-¿Me vas a decir que Bach fue amigo tuyo? - Lo miré por encima del marco de mis anteojos.

-¿Johann? No, Yo apenas y estaba naciendo en 1749. El murió un año después, aunque estando de paso por Liepzig a inicios del siglo XIX conocí más acerca de su obra - Me respondió tranquilo, con esa serenidad que me causó tanta curiosidad desde el día en que lo conocí.

Sabía qué decir para asombrarme o dejarme con la boca abierta.

Recuerdo la primera vez que lo vi, se veía distinto, su cabello era más largo y parecía sacado de un antiguo grabado del medioevo. Con sólo verlo supe que algo había en el que lo hacía distinto a cualquier persona que haya conocido antes.

Recuerdo mi imborrable sonrisa al saludarlo y su intimidante expresión al responderme el saludo. Hoy, esa fría mirada se había vuelto un par de ojos llenos de ternura.

Inteligente y sensible, cualidades de las que carecen muchos; había tanto de irónico en él, a veces pareciendo tan único como un cuadro de Rembrandt y otras veces tan simple como un cuento de niños.

-Pásame eso, por favor- Sin levantar la mirada señale mi mesita de noche, un pequeño frasco de vidrio amarillo.

-Nunca me explicaste qué era lo que estabas haciendo-

-Quiero hacer algo…- Le dije. Él, en su infinita y muchas veces desesperante cortesía me ofrece su ayuda con sólo observarme, nunca podré estar segura de que podía leer mi mente, aunque a veces creo que lo hacía, he leído que los vampiros pueden leer la mente de los mortales.

-Tengo más de 200 años, ¿No consideras un poco complicado el que crea una mentira tuya? - Su tono pausado y calmado podía enloquecer a cualquiera, tenía razón.

-Puedo mentirle a muchas personas… pero tú no eres una de ella- Sonreí mirándolo con ternura mientras cepillaba mi cabello.

-Es comprensible, tu mente es como un libro para mí, fácil de leer y de interpretar- Cuando dijo eso mi rostro cambió, estaba confundida.

-¿Es eso un cumplido?- Tomé el frasco amarillo, retiré la pequeña tapa y el aroma del perfume de rosas inundó el ambiente.

Podía muchas veces confundirme con lo que decía, nunca podía dar por sentado que entendía lo que me decía.

-Ese aroma me trae recuerdos- Me dijo mirando fijamente el frasco.

-Cierto, ustedes tienen mayor sensibilidad al percibir los aromas – Cuando me refería a alguna costumbre relacionada a los vampiros me sentía mal, recordaba lo que tanto me había contado él, sobre esas épocas en las que era un vampiro despiadado.

-¿Ustedes? Si, nosotros – Levantó la ceja izquierda, me gustaba cuando hacía ese gesto, me hubiera gustado poder retratar sus expresiones.

-Lo siento, no quise ofenderte- El disco con la música de Bach llenaba mi habitación de un aire sereno y un poco lúgubre, como él.

-Descuida, no lo hiciste- Se sentó delicadamente en el sillón que está al pie de mi ventana, cruzando las piernas como siempre hacía.

Abrí el armario de mi cuarto y tomé un vestido rojo con flores negras pintadas a mano.

-¿Qué te parece?- Le pregunté mostrándole el vestido.

-No entiendo la moda de ahora, la elegancia antes era lo importante, ahora… un nombre europeo en una etiqueta importa más- Me resultaba gracioso, era cómo escuchar a un anciano quejarse de los tiempo modernos, irónico pues él no aparentaba tener más de 25 años.

Era algo fascinante en él, nunca aparentar la edad que realmente tiene, poder engañar al mundo entero y decir con certeza que era el hombre más joven de 260 años de edad.

-Tomaré ese comentario tan amargado como un: Me parece bonito- Saqué el vestido del gancho en el que se encontraba colgado y entré el baño, cerré la puerta.

-Sigues sin decirme porqué te arreglas tanto ¿Hay alguna razón en especial?- Era extraño, ni siquiera con la música de Bach sonando tenía que subir la voz para que sus palabras lleguen a mis oídos.

-No sabía que los vampiros eran impacientes…- Yo si me veía forzada a gritar un poco.

Me miraba en el espejo mientras me colocaba un par de pendientes dorados, cruzó por m mente la idea de no poder ver mi reflejo y la extraña sensación que debía provocarle, un reflejo que es digno de ver, si me permiten decirlo.

-No lo somos, personalmente soy bastante curioso, no es un defecto, es una virtud en muchos sentidos- Se justificaba, era la primera vez que lo oía justificarse.

Salí del baño con el vestido rojo puesto, él sonría al verme.

-Vamos…- Lo tomé de la mano y lo jalé suavemente para que se pusiera de pie.

-¿A dónde vamos?- Me preguntó sin negarse a levantarse.

-A celebrar un año más de ti- Lo miré fijamente a los ojos y lo abracé, enredé mis brazos alrededor de él y pegué mi rostro contra su pecho, sin corazón que lata o pulmones que respiren para poder saber si en algo le había emocionado mi gesto.

Sentí una leve carcajada escapar de su garganta, él también enredó sus brazos alrededor mío y me dio un beso en la cabeza, me pareció muy dulce.

-¿Te parece motivo para celebrar que yo exista un año más en este mundo?- Levanté la mirada y vi sus cansados ojos café inquiriéndome con magistral curiosidad.

Tenía el don de malograr los momentos mágicos de la manera más elegante posible, me sorprende que en los cuentos de hadas no aparezca él para acabar con el momento cumbre de cursilería y romanticismo que llenan esas historias.

-No, no celebro porque estés un año más en este mundo ¿Qué tendría de bueno estar en un mundo tan horrible?- Fruncí el entrecejo.

-¿Entonces que es lo que celebras?- Cuando sonreía sus colmillos brillaban como perlas.

Me parecía que sabía lo que estaba pensando, sólo que quería escuchar que yo misma lo dijera, encontraba cierto gusto en eso.

-Un año más de que estés a mi lado y no me permitas morir en este mundo, eres mi más grande inspiración y razón para no sentir que este mundo es sólo pasajero – Mis ojos se llenaron de lágrimas; él, permanecía en silencio observándome fijamente sin reflejar sentimiento alguno en su rostro.

-Te Quiero- Fueron las únicas palabras que salieron de sus labios, lo tomé de la mano y lo guié hasta la puerta, la noche aún empezaba y caminamos juntos por la entrada de la casa.

Sabía bien que al amanecer tendría que irse, alejarse para continuar con su vida; en la cual yo no estaba incluida, pero por esta noche no éramos nosotros, por esta noche no había problemas, ni discusiones, ni preocupaciones, no existían los dolores en el cuerpo, nadie se sentía mal y el mundo estaba cómo debía estar, esa noche éramos sólo amigos que querían sentirse acompañados conversando de todo lo que les ha ocurrido.

Y yo, yo sólo quería escuchar su voz.

Desde la ventana de mi cuarto, la musicaba de Bach guiaba nuestros pasos, pasos que seguíamos hasta perdernos en la oscuridad de la noche.
La luna llena alumbraba nuestro camino.
Y mi único deseo era que fuera feliz.
Sabiendo muy en el fondo de mí pecho…
que podría ser la última noche en que nos veamos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Descargo por encargo


-Deberías escribir sobre eso-

Recuerdo que sostenía el vaso de milkshake de lúcuma mientras me señalaba inquisidoramente.

-Tienes la bendición de saber cómo carajo funcionan esas tonterías de blog y webs, aprovéchalo-

Habíamos estado hablando de Paola Vargas y "Bolón", sentándonos en el Tip Top de la Av. Benavides abrazando nuestros Milkshakes de lúcuma y chocolate respectivamente.

Cuando se veía obligada a acompañarme a hacer cosas "de chibolos" (como decía ella) me increpaba diciendo:

-¿Porqué con tus patas casi de tu edad tomas café o comes en restaurantes fichos y cuando sales conmigo venimos a tomar milkshake o a McDonalds?-

-Porque me gusta verte sufrir haciendo cosas de mi edad-

Le respondía.

Resulta que en esta tarde nos unía algo más que una incómoda y muchas hipócrita amistad. Ella se había enterado de que tenía un weblog, yo le confirmé la información y decidió que debía hacer algo.

-¿Tienes idea de a cuantas mujeres le faltan el respeto en este país?-

Honestamente no tenía idea de los números:

"74% de Mujeres en nuestro país son maltratadas por sus propias parejas.

76 % de las Mujeres agredidas reportan que la agresión física es más común que la psicológica.

79% de las Mujeres agredidas NO denuncia el hecho a ningún tipo de autoridad."


Para cuando termninó de decirme las estadísticas se dio cuenta que casi estaba gritando y yo sólo la observaba, asombrada.


"Y de esas mujeres agredidas... El 10% asegura que su pareja la empujó, el 8% que la cacheteó, el 7% que la agarró a puñetazos, el 4% que ha sido atacada a patadas, el 1% que intentaron estrangularla y el 0.5% que la atacaron con un cuchillo... ¡Con un cuchillo Juana!"



Realmente estaba indignada, siempre me pareció una mujer serena, de esas que parecieran aburrirse de tan sólo mirarte hablar, era demasiado inteligente para pelear y muy mujer para dejar de conseguir algo que quería.


-Entiendo, no sabía que era así...-


-Es que nadie lo sabe y si lo saben no lo dicen... y si lo dicen es sólo para posar en la foto con un madre golpeada para alguna campaña política-


Tomó un gran sorbo de Milkshake y se recostó en la silla.


-Es increíble, ir en el micro y ver como una niña de 15 años es manoseada por un hombre que podría ser su padre-


Movía la cabeza en señal de negación.


-Es cosa de todos los días, hace un par de año estaba en Miraflores tomando un micro, la 5C creo que era. Me senté en una de esas sillas que parecen pegadas con goma en el asiento de adelante y a mi lado se sentó un hombre, delgado, de piel quemada, parecía andar dormido. Unas cuadras más allá el carro se detuvo y subió un grupo de niñas vestidas con su uniforme escolar, ninguna pasaba de los 11 años, sonreía se carcajeaban... tu sabes como somos a edad-


Sonreí.

-Lo sé- Me devolvió la sonrisa.

-El hombre que estaba sentado a mi lado se puso de pie, las niñas se sentaron justo atrás de nosotros, una de ella, la más pequeña iba sentada con las manitos sobre su regazo. El hombre se puso de pie y se colocó junto a ella, entonces... allí en el micro lleno de gente a las 12 y algo del día se empezó a masturbar, junto a la niña-


-¿QUE?- Gritó indignada escupiendo un poco del Milkshake que estaba bebiendo.


-Aparentemente la niña no sabía que ocurría, pero el tipo se acercaba más y más a la niña, como si buscara que fuera parte de su perversión... Me puse de pie casi aplastando a todo el que obtruyera el espacio y lo único que atiné a hacer fue a empujarlo con cada centímetro de su fuerza, peso y altura. El imbécil salió disparado contra el suelo del micro, la niñita estaba llorando, obviamente no sabía que había sucedido, pero imaginaba que era algo malo-


-Pero que mierda pueden ser estos enfermos- Dijo.


Me gustaba escucharla hablar así, me hacía sentir más confianza entre nosotros.


- En fin, le grité al cobrador, al conductor por su indiferencia y al grito de "TE JURO QUE SI TE PARAS TE MATO!" me planté en la puerta mirando al enfermo tirado en el suelo, tomándose el brazo como si le doliera. Hice bajar a las niñas, el cobrador agarró del cuello al tipo y lo empezó a sacudir como esperando que despertara, las niñas y yo bajamos en medio de la pista y en la esquina la niña que seguía llorando me abrazó. Les pregunté donde vivían, afortunadamente vivían en San Juan de Miraflores, no era tan lejos. Detuve un taxi y le expliqué brevemente lo que había pasado al conductor, le pagué por adelantado y algo más por si las niñas querían bajarse antes y le dije que las dejara en la puerta de su casa y las viera entrar, me abrazaron. La niña seguía llorando. Yo quería ver si todavía alcanzaba el micro para cumplir mi amenaza de matar al tipo del micro-


-¿No te digo? Es que esos que agreden o se aprovechan de niñas mujeres no tienen arreglo... -


Podía ver su indignación.


-Sabes que opino igual que tú... no tengas miedo de decirme lo que estás pensando solo porque no te parece correcto. Sabes que yo soy de la idea de que la mujer debe portar un arma, creo en la pena de muerte para violadores y asesinos y soy acérrima creyente del "Justicia por mano propia". Así que nada de lo que digas me va a horrorizar- Me acerqué con los brazos cruzados a la mesa.


-... Deberían matarlos, a cada violador o agresor. Si tuviera la oportunidad lo haría yo misma. ¡Te juro que daría lo que fuera por tener la oportunidad de encontrarme con uno de esos lacras y darme el lujo de matarlo! ¡10 minutos es todo lo que necesito! ¡Torturarlo! ¡Hacerlo sentir ese dolor! Me enferma...-


Tenía sus uñas rojas clavadas en la palma de sus manos, realmente sentía lo que decía.


-Es tarde amiga...- Dije mirando la ventana. Sonriendo.


Suspiró y terminó su milkshake.


-Gracias por el Milkshake, supongo que la sgt. vez iremos al Coney Park ¿No?- Dijo sarcásticamente.


-Me leíste la mente- Me ponía la casaca y dejaba el milkshake en la mesa.


Me acerqué a abrazarla, ella llevaba una blusa verde agua y un pantalón de vestir negro. Estiraba los brazos sonriendo, la abrazé colocando mis brazos alrededor de su cuello y su hombro derecho, se rio y presioné un poco el brazo que se encontraba en su cuello.


-¡Au!-


Gritó, me asustó, pensé que le había hecho daño.


Miré su cuello y apartando la tela vi su piel enrojecida, con pequeñas rayas de sangre ya seca, era una impresión en su piel, larga con agujeros, provocada por el salvaje y reciente golpe de un cinturón.